miércoles, 10 de noviembre de 2010

Puebla York

Regrese de Nueva York anoche. A las once paso por mi Rogelia y me trajo a mi caparazón. Regrese como se regresa de un viaje, cansada pero embriagada de lucidez, de placer por haberte ido lejos y por haber regresado a mi. Un respiro profundo son los viajes. Un respiro de otros aires, otras vistas, otras ideas, otra yo.

Y la imaginación vuela. Me pienso, me imagino a mi misma viviendo en esa gran ciudad en donde ocurren tantas cosas, donde se hablan tantos idiomas, donde se visten de tantos colores, donde los codos no estorban, donde se encuentran tanto la multitud como la intimidad. Mi intima multitud alguna vez musito la Gioconda Belli, y fue asi como me senti en Nueva York, senti a la multitud como dentro de mi, hice mias a todos esas caras, sonrisas, gestos y gritos y ademanes de pertencer a este mundo. La gente alla no me parecio perdida. La gente alla se encuentra en algo, en la calle, en el sonido del tren, en los ojos de los demas. Aquí no.

La Nueva York inmigrante fue lo que mas disfrute de la ciudad. Esa manera en que la gente carga con su patria en sus espaldas. Asi carga toda la India la mujer con su sari multicolor, carga con ella los peces del rio de su aldea ahí mismo entre su sari, carga el olor de las mananas, ahí lo lleva con ella, se sube al metro y esparce por todos lados ese olor a su patria, a su tierra, a su infancia, a sus recuerdo de lo que fue alguna vez.

Conoci a un guatemalteco. Tenia unos 19 años. Habia emigrado a los 15. Se habia reunido con el hermano mayor. Ahora estaba solo. El mayor se regreso a Guatemala. Y este, el que yo conoci de pasadita decidio quedarse en Nueva York. Cargaba una mochila en el regazo. Ahí estaba su Guatemala, toda ella en su mochila, cubriendolo del frio, protegiendole su hombria. Esa mochila azul clara que cargaba con sus cosas necesarias para su oficio de construccion. Jonathan se llama. Por ahí anda el Jonathan, con su martillo en la mochila, con sus manos entrelazadas, cubriendose los labios, encerrando el puno que construye mas y mas altos edificios en Nueva York. Por poco, me imagino, por minimo sueldo para que regrese todos los dias a martillar a esta ciudad el proximo dia.

Y a Roberto Carlos lo conoci en la barra El Mezcal. “Casi fui profesional”, me confeso, con un timido orgullo sobre su pasado como futbolista en Mexico. Lo expulsaron de las fuerzas basicas de las Pumas o el Toluca, (ya no recuerdo bien este detalle, quizas por las copitas encima), pero si recuerdo lo cansado de su cuerpo, las pocas ganas que tenia de bailar pese a mi insistencia. He trabajado todo el dia, me dijo. Tuve que tomarme algo para aguantar la noche y salir ya que casi nunca salgo. Casi siempre trabajo, me dijo. Su llegada a Nueva York fue una travesia desde el D.F. hasta Altar, por San Luis Rio Colorado que es por donde cruzan los migrantes el desierto de Arizona. Después tomamos un avion charter a un lugar cercas de Nueva York, me dijo, nosotros no podemos llegar como todo el mundo a JFK o a La Guardia. (Se me seco la boca entonces, al pasar esa saliva que me amargo el paladar). No pude verlo a los ojos, pero después hablamos de otras cosas, de cómo aguanta el frio, de cómo esta aprendiendo ingles, de cómo ya casi no juega futbol, por ejemplo. Nos despedimos a la fracesa, me dijo el y nos dimos dos besos en la mejilla.


Mercedes limpia casas, cuida a mayores de edad, a los new york “seniors”. Es de Puebla. Yo diria que ella es residente de “Puebla York”, esa nacion post-mexicana que han costruido los paisanos alla en Nueva York. Poco a poco se han forjado patria, tierra, cultura, su propia nacion pues. Tomo poco. Se despidio de nosotros en el metro. Es conocida de Andrea, mas sin embargo no participa tanto en la danza, dijo Andrea. Me comento que ha intentado transferir sus estudios aca pero es imposible. Tendre que hacer de nuevo la preparatoria aquí en Nueva York, dijo Mercedes. Bailamos una cumbia en El Mezcal, nos sarandeamos las dos al ritmo de banda. Nos despedimos con un abrazo en el metro, cada cual tomaba una linea diferente.